viernes, 17 de julio de 2009

PUEBLOS DE EUROPA: HOY ASTURIES


En esta sección que hoy estrenamos intentaremos acercar a todos nuestros lectores el conocimiento de la idiosincrasia de los pueblos hermanos que formamos Europa. Es labor de toda la gente que defendemos el ideal europeo, de unidad y de proyecto, lejos de mangoneos económicos de Bruselas, el mostrar los pequeños trazos de identidad de los pueblos europeos que en el mas absoluto anonimato, solapados por el absolutismo centralista de la Europa de los Estados viven, trabajan y dia tras dia siguen creando nación, cultura, sentimiento, futuro y nostálgia de pasado. En los próximos meses os iremos ofreciendo bien sea a través de canciones, folcklore, manifiestos y pequeños textos, elementos únicos cargados de simbolismo, de identidad y de vida que tanto nos enriquecen y que nos ayudan a comprender lo que es Europa, lo que ha significado y la semilla cultural que hay sembrada en pos de construir un futuro digno, autentico y lleno de vitalidad etnólogica al margen de esta globalización funesta. Hoy toca el turno para Asturias, y que mejor que un entrañable texto de Fulgencio Argüelles hablando de su patria del norte peninsular, cargada de recuerdos de orgullo regional y de reivindicación lingüística.

LA MIO LLINGUA
En aquellos años de mandilones azules y la leche en polvo el tiempo se alargaba hasta dormirsenos encima, y las canciones de la radio se ensanchaban y se incrustaban por toda la casa para ser el preludio de la eternidad. En aquel tiempo en que nadie envejecía había una lengua que estaba prohibida. Era la mía, aquella con la que me habían enseñado a hablar.(Escribía Cayo Suetonio Tranquilo, en sus Vidas:in civita te libera lengua et mens liberae esse debent:En una tierra libre, lengua y mente deben ser libres). En mi pueblo no había libertad. El maestro, que era gallego y tenía cara de pan recién hecho, nos daba en las uñas con la vara de saúco cuando decíamos expresiones como: ta lliento asgaya, toi anoxáu, faime rebulguinos, duelme un deu, aterecióse, atapez, neva que pinga´l mocu, méxa se pela nuechi, manquéme nel calcañu, ye llistu comu la fame, fálay a la oreya y nun retruca, to rixu de dir vela, nun entamu o nun hai llibertá. Él gritaba, señalando a la foto de un gordito con bigote que era mas que general (algo así como un militar superlativo), que el único idioma admisible en aquella escuela (xelada de cutio) y en todas las demás escuelas posibles era el idioma del Imperio (…que siempre la lengua fue compañera del imperio, dice Nebrija en su Gramatica Castellana), y al pronunciar don Manuel esta última palabra se le inflaban tanto los carrillos (papiellos, decíamos nosotros en nuestra lengua maltrecha) y la cara entera se le ponía tan roja que parecía el fuelle de una gaita. Después de ejecutar los castigos, los cuales, dado el apego que aún teniamos a nuestras palabras, eran tenaces y perseverantes, después de azotarnos las uñas con la vara de saúco (también las usaba de avellano), tocaba con ella el mapa y decía, con la voz transformada (atiplada y lenta como un susurro de consagración), que España, lo que se dice España, no había mas que una. Yo no alcanzaba a entender que tenía que ver aquello con el hecho de que nosotros a los nidos les llamarámos niales, a la babosa llimiagu, y xabú al árbol del cual cortaba las varas el maestro. Tampoco entendía aquella proclamación imperativa y casi sagrada de unidad para un mapa que estaba decorado con tantos colores diversos.
Yo, en la clase, apenas hablaba, y prefería pasar por tonto (panguatu, decían en mi casa) y no responder a las preguntas del maestro y sufrir la flagelación de las yemas de los dedos. Pero una vez don Manuel me preguntó: “A ver, tu, mosquita muerta,¿dónde queda este pueblo?” “Onde´l diañu punxo la pata”, le dije yo. Las uñas me estuvieron doliendo una semana.
Pero peor fue lo de aquel compañero a quien el maestro interrogó sobre cual era la profesión mas digna, y la respuesta fue: “Trabayar nel alambre”. Aquel dia, en clase hubo truenos y relámpagos (restallos y esclarones, que decía mi abuela). Fui creciendo y aprendiendo nuevas palabras de aquel idioma que nos imponían los maestros, y también fui olvidando muchas palabras de las que consideraba mías porqué con ellas había aprendido a relacionarme por primera vez con todo lo que me rodeaba y con ellas había expresado mis primeros sentimientos. Me dolía perderlas (algunas ya nunca las he recuperado), pero era un asunto de supervivencia. Mi padre me decía (en asturiano,claro) que la diversidad de las lenguas no está en los diferentes signos o sonidos, sino en una forma distinta de comprender el mundo.
Yo ya iba entendiendo un poco la maniobra política del supuesto imperio. “Esta desigua nun pue allargase muncho”, me decía mi padre, quién, además de ser optimista preceptivo, era un hombre instruído que sabía entre otras muchas cosas, arameo y latín (lo digo para que alguno no se confunda, vamos, que nun trufulque los sus camientos). Un día, los Reyes Magos me trajeron un diccionario de castellano, una escopeta de corcho y bramante, y dos naranjas. “Pa que persepas falar comu ellos, si algames la universidá, y escopeties a tiru fixu coles sus pallabres, y te dexe, ensin embargu, tou estu bon tas tu na boca” (Para que sepas hablar como ellos, si alcanzas la universidad, y los escopetees a tiro fijo con sus palabras, y sin embargo, te quede buen sabor de boca). Siempre que como naranjas me acuerdo de mi padre. El año que entré en el internado, en las vacaciones de Pascua, encontré al maestro en el bar de la bolera. Estaba borracho y hablaba en gallego. “ Cuandu ta chispa, fala na so llingua-Cuando está borracho habla en su lengua”, me dijo alguien. Yo no me emborrachaba, pero soñaba (que pal casu ye lo mesmu), y lo hacía en asturiano. Pero con el tiempo hasta los sueños aprendieron el castellano. En el internado había profesores que restaban puntos a quienes, en los exámenes, se les escapaba alguna palabra asturiana. Otros no. Otros incluso dejaban escapar de vez en cuando alguna expresión en la lengua de mi infancia.Y entonces yo pensaba que había profesores que creían en eso de la unidad de España como argumento para correr hacia no sé que destino en lo universal (como enrollar el mapa de don Manuel en la bandera del ayuntamiento y viajar con él a la Luna), y que había otros (mucho más entrañables) que hablaban como se soñaba.
Llegaron los años de la universidad en Madrid y ya fui entendiendo yo aquel asunto de las lenguas. El profesor de Lengua, en 1º de Psicología, habló un dia con mofa o ludibrio de los dialectos de España (deformaciones rústicas del lenguaje, decía él). Los asturianos respondimos con ímpetu y eficacia a sus argumentos. Tanto, que nos lanzó un desafío: “Si me construís una gramática de esa lengua vuestra, téneis un notable sin exámen final”. Se reía, pero trabajamos duro, y en junio tuvo encima de su mesa una gramática completa del asturiano. Con mucho estupor y algo de fascinación cumplió su promesa. “Quedo-y la tablica mas retorcía que´l rau d´un gochu”, dijo uno. Ahora yo escribo en castellano y lloro por aquella lengua maravillosa (sonora y atrevida como los rabiones de los ríos de la tierra que la parió), lengua que sigo estudiando y en la que también escribo porqué es mía, y porque me siento culpable con respecto a ella. “Cuando un pueblo es hecho esclavo, mientras conserve su lengua, tiene la llave de su prisión”, escribe Daudet.
Ejemplos tenemos muy actuales.
Se me ocurrió este escrito por varios sucesos recientes. Por un lado, unos políticos (casi todos de familias que creíanen la consigna del destino en lo universal y despreciaban la lengua de la tierra por ser asunto de pobres y aldeanos ignorantes) han salído a la palestra (sitio donde se controvierte sobre cualquier asunto) proclamando la no existencia del asturiano como lengua. Y esto me dio lástima y me acordé de la vara de don Manuel. “Hay muchos que en la boca tienen siempre el no, con que todo lo desazonan; el no es siempre lo primero en ellos”, apuntaba Gracián.
A causa de la intransigencia yo ahora debo esforzarme en aprender mi lengua. Confieso que, al hacerlo, siento como que vuelvo a nacer. Puede que algún dia los personajes de mis sueños se vuelvan a expresar en asturiano. Pero será despacio (adulces, pasu ente pasu…) , y, mientras, que cada uno se entienda consigo mismo como mejor le parezca. Cometimos un error muy grave: el de hablar a a medias para que todos nos pudieran entender, y ahora dicen que no sabemos hablar. ¡Ye comu pa mexar y nun char gota! (¡ Es como para mear y no echar gota !)

No hay comentarios: