jueves, 19 de febrero de 2009

COOPERATIVISMO: ALTERNATIVA AL CAPITALISMO ( III PARTE )


( El trabajo es fuente ineludible de producción y de propiedad.)
5) Aplicación de esta tesis al mundo del trabajo.

Y aquí viene la primera aplicación práctica de esta teoría: si el trabajo no es vendible y, además, origina la propiedad del objeto producido en su parte alícuota correspondiente, ¿cuál es la verdadera personalidad del trabajador en la economía moderna?, ¿ como se ha de organizar esta economía?
Estas son las dos grandes preguntas que es preciso resolver para llegar a construir el nuevo sistema, y que para hacerlo tuvieron que contestar primero las anteriores. Recordemos cómo lo han hecho: El capitalismo parte de que el trabajo es una mercancía más entre todas las que el dinero compra para producir, y proclama a este dinero productor único y único dueño de los beneficios. En su consecuencia, la personalidad que el capitalismo asigna al trabajador es la de simple vendedor de su trabajo, la de asalariado, la de hombre que en una cantidad fija de dinero ( jornal, journal, diario) vende una cantidad fija de esfuerzo (tantas horas) y que, una vez cobrado su importe, se debe considerar completamente desligado de los azares de la producción, para lo cual el salario ni siquiera está en función de los beneficios, sinó de las necesidades del obrero para conservar la vida.
El capitalismo, y ésta es la segunda respuesta a la segunda pregunta, cree, por tanto, que el dinero es el único productor y organiza la empresa en régimen capitalista, es decir, a base únicamente de los poseedores de dinero, y así vemos que el organismo director de la empresa, el Consejo de Administración, está formado únicamente por los accionistas, con quienes se celebran las Juntas generales y para quienes se confeccionan los balances y las memorias. Por último, y como ser único productor determina ser único dueño de los beneficios producidos, el capitalismo decide que su distribución se reduzca a un reparto de dividendo entre el número de acciones que representa el capital social.
El comunismo parte también de asignar al trabajo la misma calidad de mercancía enajenable,aunque la compra (y ésta es la diferencia sustancial con el sistema anterior) no lo hace ya el amo-empresario, sino el amo-Estado, y, por lo tanto, es a este nuevo propietario a quien deben ir los beneficios. Es decir, que las dos preguntas antedichas quedan contestadas análogamente de esta manera: El obrero es un vendedor de su trabajo; la empresa está dirigida por un organismo rector formado por los representantes de la colectividad (léase Estado) y encargado de rendir cuentas a éste de la marcha económica y social de la industria; y los beneficios van a la colectividad proletaria, es decir, al Estado.

6) El empresario, el técnico y el obrero son productores esenciales e inseparables.

Pero el obrero no es un poseedor de fuerza que lanza al mercado su mercancía como el minero lanza su mineral; es el poseedor de una facultad intransferible, sin la cual, además, no cabe producción; por lo tanto y antes que nada, es productor. Ahora bien; como esta facultad es necesaria, pero no suficiente, es decir, como en la magnitud de la empresa moderna hay, además, otros factores esenciales de la producción que, si en una economía más rudimentaria estuvieron fusionados en la misma persona, hoy son aportaciones diferentes, como son el que adquiere las materias primas y los útiles de labor y el que dirige y perfecciona la marcha de la producción, el obrero no es productor absoluto, sino copartícipe de la producción.
Esto de copartícipe es posible que suene mal a los demagogos, que no comprenden la justicia social si no es pasándose de un extremo a otro y ahora quisieran cobrarse todas las arbitrariedades del capitalismo excluyendo, a su vez, al empresario y al técnico de su categoría de productores. Sin embargo, la cosa es así; el técnico y el empresario producen de forma parecida a como produce el obrero. Claro está que no necesitamos argumentar mucho a favor de los derechos adquiridos por el técnico, pues su acción productora encaja con duplicada evidencia en cuanto hemos dicho del trabajador manual, sobre todo si consideramos que el apelativo de técnico no corresponde únicamente al ingeniero especialista que ha cursado una carrera y se halla en posesión de un título académico, sino a toda clase de empleados y funcionarios de oficina que ejecutan su labor a través de una función intelectual. Pero como la discusión puede concretarse en el caso del empresario, se hace preciso aclarar primero la actuación laboral de éste.
El empresario, visto desde la simplicidad marxista, es un simple proveedor de dinero, un señor que acude a la Bolsa para colocarlo en unas acciones con la esperanza de que al final del ejercicio económico se encuentre con que ese dinero le ha producido un interés, sin importarle lo que mientras tanto se haya hecho con él. Si lo miráramos solamente así, esta aportación sería un préstamo, y , por lo tanto, no daría derecho más que a un interés, tanto mas módico, cuanto menos riesgo corriera y menos daño sufriera. En realidad, esto sucede con el obligacionista; pero el accionista es algo más, y en este algo más reside su calidad de productor. El accionista es un empresario, y si no le vemos como tal es porque el gran número de accionistas que forman cada empresa impide a cada uno intervenir personalmente en ella con todas sus facultades y le obliga a delegar su actividad en un Consejo de Administración que se encargue de gobernarla en nombre y representación de aquéllos; por lo tanto, lo que este Consejo haga debe considerarse como reflejo de los derechos y obligaciones de los accionistas.
Pues bien; el Consejo de Administración no se limita a ver cómo suben y bajan las acciones en Bolsa, sino que para ello empieza por montar la fábrica, la cual, por el mero hecho de ser construída hasta convertirse en instrumento susceptible de producir, adquiere ya un mayor valor que cuando los materiales componentes estaban simplemente almacenados. Después se ocupa de comprar unas materias primas, provocando con su organización comercial unas ventajas que son verdaderos beneficios; luego estudia la mejora sistemática de la producción, busca los mercados más aptos, organiza la publicidad y la venta, etc., etcétera. Luego el papel del capital no es sólo el de un simple prestador de dinero, sinó también el de productor de beneficios.Y, en consecuencia, le corresponde, no sólo un interés al capital empleado, sino también la parte de beneficios que su acción financiera haya podido conseguir.
Se podría argüir, como lo hace el marxismo, que si separamos estas dos funciones prestataria y empresaria y hacemos que sea el Estado y no el particular el que aporte el dinero, eliminábamos esa figura neutra del accionista, sin que ello entorpeciera nada a la economía, pues la empresa, cuya actuación no deja de reconocer el marxismo, continuaría existiendo,aunque esta vez representando al Estado y no al accionista; pero esto nos llevaría a negar la propiedad privada y la iniciativa privada, dos cosas, una de derecho natural derivada precisamente del trabajo, y la otra, de interés económico, que no es posible desconocer.
Si, en vez de eliminar el capitalismo, es decir, los derechos que abusivamente se ha concedido al dinero, prohibimos al capital privado intervenir en la producción, lo que hacemos es perjudicar a ésta, pero si, además, argumentando que no es un instrumento de lucro, negamos al hombre el derecho a producir con su dinero, cometemos una usurpación de atribuciones, porque, efectivamente, el dinero no es un instrumento de lucro, sino de cambio; pero con el ejercicio de esta función de cambio adquirimos unas cosas (materias primas,útiles de trabajo,etc.) que son lucrativas, de la misma manera que el trabajo manual no es lucrativo en sí, sino cuando ha producido un objeto útil, ni el trabajo técnico es lucrativo en la mente, sino cuando se ha hecho procedimiento.
En resumen; el obrero no vende, sino pone su trabajo, como el empresario pone su dinero y su organización y el técnico pone su inteligencia; los tres son productores que se unen para producir y forman entre sí una especie de sociedad a la que cada uno aporta su propia facultad productiva.
Yo creo que está suficientemente clara esta calidad de productores que asignamos a cada uno de los tres elementos que intervienen en la producción; pero como, a pesar de todo, no faltará quien, agarrándose a los viejos prejuicios del marxismo rencoroso o de un capitalismo trasnochado y egoísta, se obstine en desconocerlo, vamos a acabar con esta pregunta, que no por ingenua deja de contener la clave de la cuestión: Si acumulamos todo el dinero del mundo, todas las materias primas y todas las mejores maquinarias y no proyectamos sobre ellas la acción técnica y manual, o si, por el contrario, dedicamos todo el esfuerzo humano a trabajar en el vacío, ¿conseguiremos algún día fabricar la mas pequeña mercancía?
Si queremos elaborar un producto cualquiera necesitamos, en primer lugar, el dinero necesario para comprar las materias primas y los instrumentos de labor ; necesitamos luego una mentalidad técnica que ordene las cosas de manera que se dirijan hacia el fin que se proponen, y, por último, necesitaremos un esfuerzo humano que, proyectándose sobre esas materias primas y sometiéndose a una dirección, realice la producción.
Pues bien: si ni el dinero hubiera logrado nada sin el concurso de la ciencia y del trabajo, ni el esfuerzo manual hubiera logrado tampoco por si sólo resultado alguno, ¿a que viene el capitalismo y el marxismo a monopolizar a favor del dinero o de la colectividad la categoría de productor? Nosotros afirmamos que la producción se debe al esfuerzo combinado del capital, la técnica y la mano de obra, y que, por tanto, tan productor es el empresario que aporta su esfuerzo directivo, como el técnico que aporta sus conocimientos científicos, como el obrero que aporta su esfuerzo muscular.