lunes, 10 de marzo de 2008

ROBERT BRASILLACH IN MEMORIAM (1909-1945)


El pasado 6 de febrero se cumplieron 63 años del asesinato del poeta, del patriota, de Robert Brasillach. Pero como en todos los genios malditos de nuestra Europa, su recuerdo sigue vive en pocos corazones, solo hay sitio para los Alberti, Machado –Antonio, que no Manuel- y García Lorca, pero no para Brasillach, que defendió sus ideas de espaldas al mundialismo, y que pagó un precio de sangre muy alto, solo por usar su pluma contra los defensores del nuevo orden mundial. No le valió de nada, ni la petición de indulto firmada por las más celebres personalidades de la cultura francesa, ni una clemencia para un hombre disidente, pero inocente, que el régimen de Charles De Gaulle no quiso darle.
Amigo de España, de origen catalán, natural de Perpignan, durante la Segunda Guerra Mundial apoyó la causa anticomunista de los alemanes, escribió obras de arte literarias y colaboró en empresas periodísticas. Fueron esos artículos los que le valieron en un juicio burlesco las principales pruebas para sentenciarle a muerte.
No fue el asesinato del forajido, ni del criminal, fue el asesinato de la poesía, de la juventud truncada, fue el asesinato de todo un sueño. Aquella fría mañana del 6 de febrero de 1945 en los húmedos y nebulosos muros de Montrouge, la prisión de Fresnes grabaron para la eternidad la muerte de la última rosa que quedó por marchitar después de la derrota europea. Las únicas luces que brillaban con fuerza en una Europa en plena agonía fueron acalladas, las de Pierre Drieu la Rochelle, Charles Maurras, Ferdinand Céline, Herolt Paquis, Georges Suárez, Paul Chack, Sacha Guitry, Ezra Pound…
Seis gendarmes le fusilaron ante el paredón mientras gritó a vivo pulmón un: Viva Francia. Vivió toda su vida como un patriota soñador y pasó sus últimos días con resignación y con la única idea de morir bien, como decía el verso, “tú buscabas en la oscura noche una luz azul para iluminarte”. Y es que, efectivamente, luz fue lo que emanó de su vida y también de su obra, desde donde a pesar de los años aun sigue transmitiendo ese mensaje de coraje, de esperanza, de luz redentora pero todo envuelto en su halo de tristeza de quien parece espera su final prematuro que llega inexorable:

«Este silencio solo que cae sobre la orilla es digno del canto de las primaveras desaparecidas, y arroja sobre el fuego de las heridas cautivas el bálsamo bajo el cual el corazón sangra más.»


Descanse para siempre, Robert Brasillach.

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